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Los volcanes de Islandia

Lo que la mayoría de las personas conocen sobre Islandia es que resulta una isla perdida en el noroeste del océano Atlántico. Sus bajísimas temperaturas y su paisaje agreste le otorgan atractivos naturales sin igual. Pero lo que realmente distingue a Islandia es su gran actividad volcánica y geológica, factor que afecta en gran medida al paisaje del territorio islandés. Ya en el interior del país predominan los desiertos, montañas y glaciares y el clima es templado.

Según los estudios científicos, cada cinco años suele sufrir una erupción volcánica, con efectos importantes dentro del país y alrededor del mundo, como por ejemplo la de Laki entre 1783 y 1784, que provocó una hambruna que le causó la muerte a un cuarto de la población local. Incluso, entre los años 1963 y 1968, el material arrojado por la erupción del volcán Surtsey creó una nueva isla que aún se encuentra entre las más jóvenes del mundo.

En la actualidad son muy frecuentes las grandes nubes de cenizas volcánicas, que obligan a la cancelación de miles de vuelos diarios en toda Europa. Por ejemplo, en la más reciente erupción del volcán Eyjafjallajokull, más de 50 aeropuertos cerraron y 17.000 vuelos se anularon.

Se calcula que existen unos 200 volcanes postglaciales en Islandia de los cuales unos 30 han explosionado. Para los turistas ésta constituye toda una gran oportunidad, y a pesar de todas las medidas de seguridad en los pueblos cercanos, es indetenible la ola humana que acude a visualizar el espectáculo natural.

Algo más que volcanes

Realmente lo que ofrece este país es irrepetible: piscinas naturales que se calientan con los vapores sulfurosos de los volcanes y con grandes propiedades curativas y medicinales, glaciares que ocupan el 11,5% de la superficie de la isla, clima cambiante, paisajes montañosos y vistas hermosas. Llegar a él es bastante caro, pero nunca estaría de más dedicar el capital de las vacaciones para una travesía inolvidable por estas tierras.